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miércoles, 17 de agosto de 2016

Barcelona: Grupos de taxistas organizan cacerías de coches pirata

Los profesionales denuncian un incremento de la competencia desleal durante el verano

El taxista que baja por el paseo acerca la cara al smartphone encajado en el salpicadero y grita: “Atención ¡tarjeta roja en Gràcia con Rosselló! Vall d’Aran está bajando ¡el muy cerdo va cargado! tres pasajeros, furgoneta Viano, matrícula...”. Al poco ruge la voz mecánica de otro taxista. “¡No lo pierdas, tío! voy por Gran Via, te espero y me pongo delante”. “Voy por Pelai, ya llego... ¡no lo perdáis!”. El taxista que baja por el paseo explica que al conductor de la Viano le tienen manía. Que se trata de un taxista de Vall d’Aran que este verano trabaja mucho de manera ilegal en Barcelona. Que quieren cazarlo, retenerlo con la manos en la masa, con la furgoneta llena de pasajeros, hasta que llegue la policía, le clave una multa de 4.000 euros y le inmovilice la furgoneta. “Llevamos todo el verano tras él. Tenemos una web con unas 5.600 matrículas. La mitad son de piratas, de gente que nos hace la competencia desleal, que trabaja sin licencia, sin permiso, sin seguro... Metemos su matrícula en nuestra base de datos y si aparece una tarjeta roja... Y la otra mitad de matrículas son de vehículos legales de empresas de alquiler con conductor. Así no nos confundimos”.

El verano pasado grupos de taxistas acudían al Port Olímpic, al aeropuerto de El Prat, a los alrededores del Park Güell... y amedrentaban a antiguos conductores de Uber que habían pasado a ir por libre, que se ofrecían a los turistas que iban y venían. En algunos de estos escarceos más de un pirata se llevó una bofetada con la mano abierta. Ahora una veintena de estos taxistas se hacen llamar hunters, teclean las matrículas de todos los vehículos que se les antojan sospechosos, se comunican entre ellos a través de una aplicación que convierte sus móviles en emisoras, los persiguen por las calles... “Lo importante es que la policía los coja con pasaje, que quede claro que están llevando pasajeros sin permiso. Entonces sí que se les cae el pelo”. Los hunters son un sinónimo de Élite, una asociación de taxistas nacida hace un lustro que empezó haciendo pintadas en los hoteles que, decían, cobraban comisiones a cambio de carreras. En las últimas elecciones de taxistas cosecharon cerca del 70% de los votos y dejaron sin representación a muchas entidades de siempre.

De repente la furgoneta Viano acelera. “Un carajo para ti si te crees que te vas a escapar –farfulla el taxista que baja por el paseo, que ahora baja dando volantazos entre el carril bus y el otro carril para no distanciarse de su objetivo–. Joder, creo que Vall d’Aran me ha visto, me ha reconocido...”, se lamenta. “Tranquilo, tío. En Gran Via no tiene escapatoria”. Entonces la furgoneta Viano se salta un semáforo y entra rauda por Diputació. El taxista que baja por el paseo no tiene más remedio que frenar con un chirrido ante dos turistas que se agarran a sus bolsas de papel. “Lo perdí... ¡maldición! –le dice a su smartphone–. ¿No hay nadie por Diputació, no hay nadie más en la zona?”. Sólo le responde un silencioso y mecanizado susurro.

Al parecer los piratas están cada día mejor organizados. Muchos de ellos acaban actuando como agencias turísticas especializadas en ciudadanos chinos, árabes, rusos... en visitantes que pueden tener aquí problemas de comunicación y que prefieren contratar todos los servicios de su viaje antes de emprenderlo. Luego, esos traslados del aeropuerto a una localidad del Maresme suelen ser mucho más caros que lo que marcaría cualquier taxímetro. Además, al menos eso dicen los taxistas, también está creciendo el número de conductores particulares que van por libre, que se anuncian en páginas web de intercambio de productos y servicios, que se plantan en la recepción de los recién llegados de El Prat y susurran “taxi, taxi...”.

Ahora un agente de la Guardia Urbana le dice al taxista, que unos párrafos más arriba bajaba por el paseo, que la conductora de la furgoneta que acaba de hacer parar dice que lo denunciará a los Mossos d’Esquadra. “Dice que le habéis cortado el paso –agrega el agente–. No podéis hacer esto. Os vais a meter en un lío. Tenéis que dejarnos hacer nuestro trabajo. Acabamos de denunciar a dos piratas en Sants. Hacemos lo que podemos. Si sospecháis de alguien nos llamáis, pero no podéis...”. “Nosotros sólo defendemos nuestros puestos de trabajo...”. En la furgoneta unos hermanos ucranianos dicen que no saben cuánto dinero pagaron sus padres por este servicio. La conductora asegura que trabaja para una agencia turística con todos los papeles en regla. “Esos papeles no son un permiso –dicen los taxistas–, son únicamente una solicitud. Tendría que inmovilizarla ya”. Los agentes no lo ven claro. La tensa situación se prolonga durante una hora. Al final los agentes dejan marchar a la furgoneta, pero elaboran un informe denuncia que tramitarán a la dirección general de Transports de la Generalitat, organismo que decidirá si finalmente impone o no una sanción a la conductora de la furgoneta de los ucranianos. “Trece denuncias llevo ya –tercia el taxista que bajaba por el paseo–, y en cada juicio me absuelven. Creo que sólo me quedan dos... Nosotros luchamos por nuestra profesión”. El policía municipal frunce el ceño.

Fuente: La Vanguardia

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